Juntos por un futuro mejor

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Toni Solano es Catedrático de Lengua y Literatura Castellana. Director del IES Bovalar desde 2016.  Diseña y coordina cursos de formación del profesorado y ha impartido clases de Didáctica de la Lengua en la Universitat Jaume I y de preparación de oposiciones docentes. También forma parte del equipo de tutores en red del Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y Formación del Profesorado, donde ha tutelado diversos cursos (ABP, Función Directiva). Responsable del blog (Re)paso de lengua.

El sistema educativo clama por una bajada de ratio. Es la prioridad para todo el profesorado y sin duda sería el mayor avance para que la mejora educativa llegue a buen puerto, por encima de las reformas legales y por encima de todas las buenas intenciones que esbozamos día a día en las aulas.

La bajada de ratio, cuando sea efectiva, dará paso a otras mejoras que actualmente están en proceso o que directamente ni se plantean. Por ejemplo, los enfoques por competencias, el trabajo por proyectos, la evaluación cualitativa, la atención a la diversidad, la inclusión de verdad… todo esto se está haciendo mal, bastante mal, de manera localizada, en determinados contextos o territorios, y a menudo a regañadientes. Seamos sinceros, con treinta alumnos o más en cada grupo, y con cinco o seis grupos por docente en Secundaria, es difícil llegar a todo lo que marca la ley.

También es cierto que hay que poner todo el esfuerzo en hacerlo, que la falta de recursos o las ratios altas no pueden ser la excusa para negar el derecho a una educación de calidad para todos. En este sentido, vale la pena señalar que de manera paralela a la bajada de ratios se ha de apostar de ahora en adelante por la codocencia, porque todos sabemos que, a grandes males, grandes remedios, y que en esas aulas cada vez más diversas y complejas, dos profesionales siempre serán más efectivos que uno solo.

La codocencia permite el doble de atención al grupo, siempre que los docentes actúen de manera coordinada y sin jerarquías que los limiten. La codocencia debe entenderse como una estrategia que facilita el desarrollo académico de todo el alumnado, sin las cortapisas de tener que ir todo el grupo al mismo ritmo, ya que permite el acompañamiento y supervisión de los dos docentes en las tareas del aula.

Por supuesto, eso exige que el aula sea el espacio de trabajo, sin derivar a deberes extraescolares las actividades de clase. El aula se convierte en un taller con dos profesionales a su cargo, profesionales que saben resolver las dudas y gestionar, si es preciso, los grupos de trabajo, las tareas cooperativas o cualquier otro método que se requiera; en esa línea, no parece tener mucho sentido dedicar la codocencia a que un docente explique y el otro vigile, ya que las ventajas de ser dos en clase radica en atender el doble, no trabajar la mitad.

La codocencia también mejora la convivencia en el aula, precisamente porque actúa en la prevención de los conflictos, evitando que haya alumnado desconectado o aburrido, algo que se consigue con métodos activos, limitando las explicaciones a dar las pautas justas para ponerse a trabajar.

También es una garantía para mejorar la inclusión, sobre todo si pensamos en la codocencia con especialistas en pedagogía terapéutica o audición y lenguaje, colegas que actúan en igualdad de condiciones en el aula-grupo sin necesidad de separar al alumnado de necesidades de apoyo educativo.

Por último, si pensamos en los retos del sistema educativo para los próximos tiempos, a diferencia de un modelo de centros con aulas parceladas en pequeños grupos con un único profesor de su materia, la propuesta de aulas de veinte alumnos con dos docentes compartiendo proyectos interdisciplinares y trabajando bajo enfoques competenciales se nos muestra como un avance real en el campo de la inclusión y de la mejora de resultados, al menos en las etapas obligatorias.

Ojalá alguna administración valiente estableciese de una vez esa bajada de ratio. Ojalá los docentes, con esa ratio baja, con la codocencia y desarrollando las competencias transversales pudiéramos hacer efectiva esa soñada mejora educativa, porque ya no habría excusas para cumplir con los principios de la escuela inclusiva. Ojalá entonces podamos empezar a pensar en un futuro sostenible, en una Escuela en la que de verdad trabajemos por un mundo mejor.