No Te Voy A Dejar Sola

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Rafael Dávila es Educador Social con especialidad en en Psicología Social y Orientador Educativo. Siempre ha pensado que las emociones son la base de todo. Aprender a reconocerlas, entenderlas y mostrarlas sin miedos es lo que nos convierte en personas. Si no te emocionas, no es posible emocionar.

«Querido diario:
Mañana empiezo el instituto… 1º de la ESO… Mañana «me hago mayor»… Tengo miedo, estoy triste, no puedo dejar de llorar y sólo puedo contártelo a tí… Desde que papá nos dejó, mamá trabaja todo el día y parte de la noche… No quiero que se preocupe…
No dejo de pensar en mi colegio en el pueblo, en mis amigas, en mi profe Antonio… No dejo de pensar en los últimos meses del curso pasado, en la distancia, en nuestras clases a través de una pantalla, en las horas que nos quedábamos después simplemente hablando y pasando tiempo delante del frio ordenador… No pude despedirme… No pude abrazarlos, me marché sin mirar atrás y a la vez sin dejar de mirar atrás…
Esta ciudad es grande, no conozco a nadie, mañana todo será nuevo para mi… Y yo seré nueva para todos… Me aterra pensar que dirán de mi, me aterroriza volver a ser «la gorda», la «cuatro ojos», la «fea»…
Mañana empiezo el instituto, mañana estaré sola…»

En un lugar indeterminado de España, un determinado día de septiembre de 2020… Un año diferente, una «nueva normalidad».

Volver a clase, venir de una vida y comenzar otra, hacerse mayor, resistirse a crecer, luchar contra la biología, contra las emociones.

Y enfrente, nos encontrábamos con mascarillas, con protocolos, con pegatinas, con flechas que indican el camino del que no nos podemos salir, programaciones didácticas, con evaluaciones iniciales, con hojas de matrícula, equipos directivos, claustros de profesores llenos de ilusiones, de dificultades, de miedos también, de incertidumbre. ¡Ay! la incertidumbre…

«Querido diario, el primer día ha sido extraño… Ha ocurrido algo que no sé explicar, algo que creo que me ha descolocado… Llegaba al nuevo insti, con un miedo que nunca antes había sentido… Temblando por fuera, llorando por dentro… Los 12 escalones de la entrada, se multiplicaban por 3 a cada paso… No podía dejar de mirar al suelo…
Al llegar al último paso, sentí una mano sobre mi hombro que me hizo levantar la mirada… La voz más dulce que había escuchado en mi vida… Tras una mascarilla con flores de colores, la sonrisa más de verdad que había visto… Escuchar mi nombre como nunca antes lo había escuchado… Esa frase capaz de calmar temblores, de secar lágrimas… «Hola, te estaba esperando, soy tu tutora, tranquila yo también estoy nerviosa… No te voy a dejar sola. Tú tampoco me dejes a mí ¿Vale?»
Todo cambió de golpe… Creo que esa chica se metió en mi interior y supo lo que necesitaba escuchar…
Querido diario, creo que voy a darle una oportunidad a la vida, a descubrir…»

Las relaciones sociales no son ni volverán a ser como eran, hacen falta referentes y referencias. Los colegios, los institutos, los centros educativos de cualquier tipo, son espacios de aprendizaje llenos de profesionales maravillosos, de almas dispuestas a entregar todo por los estudiantes, pero al mismo tiempo son espacios de relación, de comunicación, de encontrar y encontrarse, de buscar y buscarse, de crecer con uno mismo, con el entorno, con los demás

Los docentes trabajan las emociones sin darse cuenta, en cada cosa que hacen… Algunos incluso lo hacen con actividades, dinámicas, escuchando, acompañando…

Pero hace falta más…

Orientadores saturados, a los que el sistema obliga a impartir clases, a dedicar su horario a mucho más que orientar y acompañar… En ocasiones incluso uno para varios centros…

Y mientras tanto, existen profesionales esperando, deseando aportar su formación y su alma a la educación, acompañar a esos y esas jóvenes que no se pueden encontrar…

La cultura como aquello que nos une, la maravillosa y complicada diversidad, las intensas pero preciosas redes sociales, los espacios y tiempos de relación con nuestros iguales y con nuestros diferentes. Conceptos tan complicados y que forman parte del currículo y del fondo de un educador …

«Querido diario:
Mañana empiezo el instituto… 1º de la ESO… Mañana «me hago mayor»… Tengo miedo, estoy triste, no puedo dejar de llorar y sólo puedo contártelo a tí…»

¿Y si al llegar al instituto, hubiera una sonrisa esperando, hubiera un alma dispuesta a acompañar a escuchar a entender a consolar?
¿Y si nos centrásemos en el alumno como persona? ¿como ser emocional? ¿como ser social?

«Tranquila, yo también estoy nerviosa. No te voy a dejar sola»

¿Sólo una frase? ¿solo palabras? No.

Una declaración de intenciones, un abrazo sin abrazar, una sonrisa tras una tela de flores. Poner en primer plano a la persona. Ayudar. Acompañar. Educar.